Cuando su silencio se hacía demasiado bajo, él
no dudaba en preguntarle lo que quería saber de ella. No tenía miedo de
equivocarse en las respuestas, o mostrar demasiado dentro. Eran hechos
diferentes, tiempos distintos, uno cuidaba, el otro defendía, pero nunca
trataban de salvarse de eso que muchas veces definimos como dolor. No tenían que
estar siempre de acuerdo con lo que veían. La visión de cada uno estaba hecha
de las cosas que creían. Por eso entró antes de irse, miró alrededor para no
juzgar nada de ella, de lo que ella veía. O estaría destruyendo todo en lo que
cree. Pero tuvo miedo de conocer el verdadero yo de esa pequeña mujer, con lo
que finalmente la hubiera amado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario