Aunque sólo sea por cuatro insufribles días, ya echo de menos octubre y lo que se ha llevado de mi. Las discusiones conmigo misma en las que siempre terminaba mal yo, las noches hasta las 5 de la mañana con esos tacones que me destrozaban los pies y lo que seguía subiendo. Ojeras felices de amanecer con el cojín entre los pies rotos de caminar descalza, desnuda, rompiendo a llorar de cosquillas. Palabras que te dejan sin palabras. Y sin palabras te digo lo que un ciego podría oír cuando no se ve nada. Ya no tiemblo, ni de ganas ni de miedo.
Ojalá pudiera echarte la mitad de menos de lo que me echo a mi.
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