Porque sabemos que cuando nos falten las palabras aparecerá esa canción y pam. Nunca más. Esa canción terminada en do menor que te calla cuando empieza. Es como si nada de lo que pudieses decir de ahora en adelante tenga nada que envidiarle a tal melodía. Hablar por ti. Y por todos. Pero en ese momento parece que esté hecha por y para ti. Para tu situación. Aunque, después de diez canciones y dos tabletas de milka con oreo puedo asegurar que, somos tan adictos a las canciones, que adaptamos nuestra situación a su letra, y no al revés.
Las canciones no están hechas para nosotros,
sino nosotros para ellas. Y menos mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario